‘Los signos del zodiaco’ del libro ‘Las Constelaciones’ de Luis Hernández C.

‘Las Constelaciones’ se publica en 1965 en Trujillo bajo la impresión de  Cuadernos Trimestrales de Poesía (revista).

Aquí les compartimos la sección ‘Los signos del zodiaco’ de dicho poemario.

GÉMINIS

Es extraña nuestra canción. Es demasiado triste y antiguo lo que cantamos. Nuestra canción no nos pertenece. Y si se nos oye en las noches en las ferias, es porque no somos ajenos al cansancio y la gloria, porque la paz que encontramos alcanzará a cubrir por un día el deseo.

Hemos llamado en nuestra ayuda a la fatiga. Hemos subido los muros. Hemos dejado en casa al hermano, al mismo hermano que guarda -quizá sea que volvamos- el gastado cuaderno de sus labios.

Hemos ascendido los mares, uno a uno llegado. Y es que Nave, lo más Sur y vencido, nos aguarda. Y tal vez este juego que inventamos, este juego en que ardemos confundidos, ha venido de sus manos a las nuestras.

Y en nuestro corazón, que jamás fue duro, es poniente ahora. Porque pese a que fuimos simples e inalcanzables, hemos sobrevivido al hermano. Lo hemos dejado, ciego y amargo, en sus viajes no emprendidos: sólo trazos de los dedos silenciosos sobre el mapa.

ARIES

Tomamos de la Estación que muere
Los despojos.
Tomamos los añicos lucientes
Del Verano.
Con ellos en la tarde, heridores del Estío,
Entretejemos
El recuerdo pacífico y cruel
Del aire helado.

SCORPIO

Hacia furia este camino:
Esta calle bajo luna, bajo áspera luna,
Sin esquinas. Los prestigios del agua
Que nos muestra sus lentos pilares derruidos.
Algo recordarás aquí de la canción de la tierra,
De la música girante de la esfera.
Algo recordarás de la majestad de los días perdidos,
De los días atados en las manos, como cintas:
Esto es lo que en la noche se acompaña.
Inimitable es esta melodía:
Hacia estanque las tardes que bebimos en las calmas
oleosas.
Hacia furia conduce esta canción.

Aunque el dulce Noviembre
Nos derribe en estrellas,
Elevados.

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Portada de la primera edición del libro

PISCIS

Es el Sur quien nos lleva y nos olvida
Hacia el alba postrera. Sus presagios,
Aprendidos sin miedo en las estrellas,
Son tan sólo la forma como el agua
Centelleante ha llegado.

ACUARIO

Jugador de tenis de una noche
Al regreso, Acuario, constelado.
Yo no sé si esa prisa que alcanzaste
En tu duro golpear en la fatiga
Tenga un término de paz o de deseo.

Sueña, Acuario, caído en los espacios,
Todo pleno en tu mudo parecer, en tus heridas
Errante, confundido, entregado
Al Oscuro y al cansancio.

Sin embargo a nosotros nos es dado
Nunca a tu forma llegar,
Nunca un lugar en tu juego
Entre luces crecidas en alambres.
Los gimnasios del mar son esta brisa,
Estos peces extraños: pobres signos del agua
Que en su ascenso a la dicha se han perdido.

VIRGO

Tú debiste estar
Cuando sol y espiga.
Agosto era un mes tan simple.

Agosto es el mes más simple.
Yo soy ahora quien sueña,
Quien dobla lentamente
En las esquinas.

TAURO

Qué antiguas estirpes del dolor
Vivieron en tus entrañas, toro.
Toro formado a imagen
De mi insomnio.
De qué ocultos guariques, como humo
Surgió tu alma: crótalo negro,
Toro entre banderas.
Crótalo en la selva de la arena dorada.

Si creado contemplo tu amargura,
Tu alma, toro,
Se torna en mi celeste compañero:
Tuyas son como mías
Las fugaces visiones
De esta tierra.

LEO

Madrigales, los cornos, los oboes.
Los malditos silencios de las acuerdas.
Las encíclicas del padre muerto en Roma
Ya después de la guerra en mis mentiras.
Sus mentiras. Los letreros del cine de mi barrio.
Una dulce y sensata podredumbre: los leones.

Qué diré de los leones.
Grises fieras nacidas sin el habla,
Sin el hondo sentido de las violas.
Nunca solos ni perdidos en cinemas.
Nunca en Roma.

CAPRICORNIO

Construimos un burdel que entregaríamos felices a los
ángeles.
Pagamos con el diezmo sagrado el pecado abominable.
Abjuramos de la fe ante el hueso caído del patillo.
Sólo así podemos abandonar la casa de los Trópicos
gigantes.

CÁNCER

Sólo a lujuria y astucia
Es eterno aquí el amor:
Abismo de veladas literarias,
De valses y colectas.
Un plañido de melismas estancadas se levanta
A nivel de arcos y pinos.
Esta es la única canción que balan,
La única canción que aprendieron las jovencitas
En la turbia y seca paz de las historias bíblicas.
Sólo cuando la noche descabalgue,
La noche que preludian los tubos talados del órgano
En las iglesias:
Rodará por las calles la nostalgia
Y brillarán al viento
Las luces de los fósforos.

LIBRA

Es noche. Y han llegado,
Venciendo las nubes,
La estrella sutil,
El pérfido planeta
Y la magia
De las regiones áureas.

SAGITARIO

Colmada, conmovida ha quedado la tierra tras tu paso último.
Subes: son sombras las que arrastras en tu ascenso, y no es fácil
llegar a sus designios.

En el pesar del agua entre los rieles, supiste que en las ramas
postreras, donde el sueño y el tedio te elevaron, la caída cansada
te aguardaba. No dudaste ya más, vagaste inmerso por las
carpas absurdas. Tu inocencia, tu inocencia aprendida en los
colegios, ineficaz e inerte, hasta el último día en que agobiado
revelaste a tu pena que morías.

Ahora asciendes. Si tu juego y la tarde flotan juntos, sé que
existes, extraño y nunca fuerte, frente a aquello que venga de
los astros.

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Luis Hernández Camarero

(Lima, 1941 – Buenos Aires, 1977)

Ha publicado en vida ‘Orillas’ (1961), ‘Charlie Melnick ‘ (1962) y ‘Las Constelaciones’ (1965), de manera póstuma aparece ‘Vox Horrísona’, bajo la edición de Nicolás Yerovi, en 1978 que contiene además de sus tres primeras publicaciones los poemas que aparecen en los cuadernos que Luchito regalaría a sus amigos hasta antes de su muerte.

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