6 poemas de ‘Contemplación de los cuerpos’ de Luis Fernando Chueca

‘Contemplación de los cuerpos’ aparece en el 2005 bajo el sello editorial Estruendomudo (Lima).

Aquí les compartimos 6 poemas:

Primera muerte

«Entra», me dicen. El cuarto luce pulcro, el Cristo colgado en la pared, las cortinas cerradas. En la cama está mi abuelo. Imagino -a falta de precisión en el recuerdo- sus ojos cerrados. Los míos también porque he comenzado a llorar. Me abrazo a su cuerpo, lo acaricio, beso su rostro. Rezo: que no sea él el muerto sino yo. Pero suena en mis oídos la ley que ordena que los hijos entierran a sus padres y a los padres de sus padres. No puedo imaginar cuántas veces tendré que ver quebrado este principio.

Mi abuela sigue de pie junto a la cama. No dice nada pero sus manos tiemblan como si hubiera sostenido un peso mayor que el de sus fuerzas. Alguien habla con la agencia funeraria.

Salgo de la habitación con una marca que tambalea mis doce años. El desfile ha comenzado.

✶✶✶✶✶

TODAS estas muertes las llevo escritas en el cuerpo

Todas grabadas a fuego como heridas tenuemente
dibujadas
o crecidas cual verrugas sin que apenas
me dé cuenta

Muertes
tatuadas con azufre o alcanfor en un único campo
de hermosas flores negras

que me habita

y que intuyo o que no intuyo
en la voz azulina de la mosca
que aletea a mi costado

Todas muertes acechantes
como reflejos inflamados
de mí mismo
frágiles insignias cosidas a mi piel
pálpito agudo
que se anuncia con la paciencia de una erupción latente
amenazante

Cicatrices trazadas con destreza
de cuchillo

✶✶✶✶✶

Cuzco 1984

La imagen ofrece un lugar común: en cuzco, seis muchachos en fila delante de la piedra de los doce ángulos. Es 1984, están de vacaciones y no alcanzan los veinte años. Tienen la belleza de la edad y refulgen a pesar de la jornada agotadora. No lo saben, pero miran hacia algo que la proximidad de la piedra representa.

Veinte años después me detengo ante la fotografía que conserva aquel instante. Recorro la toma contra el orden propuesto por el lente de la cámara. El último en la fila (el primero en mi repaso) es Juan Pablo. Vive en Europa y recibo sus correos con largos intervalos. en uno reciente me habló del tiempo y la distancia que taladran la memoria. A Pancho, a su lado, lo vi hace pocos días. En el 84 era el único en quien podíamos reconocer la escritura inmediata de la muerte: la ausencia de su madre le había dejado una marca en la mirada. Pancho ha ilustrado algunos de mis poemas y quizás quiera hacer un dibujo de este retrato funerario. Al despedirnos acordamos buscar a Paco, que está dos puestos más allá. Paco será el primero que lea este libro cuando lo haya terminado: comparto con él varios nombres de este listado y es posible que encuentre en él algún asomo de su voz. Para ambos escribí en 1988 un texto cuyo final decía:« Regresamos, uno por uno / a la última esfera del infierno». Eran tiempos oscuros y pensaba ingenuamente que el poema serviría de exorcismo. De César, ubicado entre ellos, no tengo noticias. Diría que la tierra se lo tragó si no fuera porque sé que hay abismos que de pronto se agigantan. Luego de Paco estoy yo, aunque alguien piensa que es imposible reconocerme. El primero al lado de la piedra es C. Él guardó los negativos de ese viaje adolescente del que queda como único testimonio la imagen que comento. Murió casi de golpe hace tres años: la piedra absoluta de la ausencia creciendo desde el centro de su cuerpo. Lo visitamos -Pancho, Juan Pablo, Paco, yo- varios sábados seguidos pero no pudimos verlo. Lo siguiente fue el velorio y el entierro.

Para ellos escribo este poema.

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DIFÍCIL mirar a los ojos
a quien lleva en el rostro escrita la condena

y ver de cerca las muecas de la muerte

Difícil tocar tu cara reventada a culatazos
la carne calcinada
pellejo hinchado o carcomido

Muerte por enfermedad
muerte por disparos
o muerte por el fuego que arde en la cocina
y en los huesos

Muerte que se pega al cuerpo y no lo suelta

Difícil oír tu risa enloquecida
atabales que golpean
hasta hacerse bramido insoportable

Difícil besar tu hediente cercanía
si llevas sobre el rostro
la condena

Difícil decir tu nombre en alta voz y repetirlo

Difícil dar un paso en esta tierra hueca

contemplacion
Portada del poemario

La memoria en las manos (3 fotografías)

La mujer sostiene el papel que su hijo le mandó desde el cuartel de Los Cabitos. El muchacho no regresó con vida ni ella pudo hallar su cuerpo ni ha logrado descansar. Pero le queda ese trozo de memoria entre las manos.

Otra señora ayacuchana enseña con ternura y rabia el retrato carné de su marido. Una vieja foto de perfil entre sus gruesos dedos demuestra que no inventó a ese hombre que negaron en todos los puestos policiales.

Una madre mira con horror las llaves en su palma. cuando una de ellas se usa para abrir la gaveta de su hijo en la residencia universitaria de La Cantuta, sabe que ya no tiene nada que esperar.

✶✶✶✶✶

CASCAJO entre tus pies
Cascajo
Cascajo contra tus ojos como en la tercera etapa
de tu edad
Arena       humo       cascajo terroso en tu camino
como cuando ya no cae lluvia
ni hay camino
ni aliento que alcance en el pecho
ni sombra que cobije

Cascajo      viento en contra      tiznaduras
imágenes que se aglomeran
en recuerdos superpuestos que enfrentan
la mirada
y el ardor hace más nítida la herida

Cascajo      tierra seca        piedrecillas marcadas con el sello
inconfundible del desgaste

Callado recoges los guijarros
y te reclama un jalón en la memoria

¿Serán los mismos de un camino previamente
recorrido?
¿Habrás de mirar las inscripciones y volver
cada vez hacia el punto de retorno?

El cascajo te denuncia

Tu tiempo está en las piedras
en el suelo
que evitas recorrer

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chueca-foto

Luis Fernando Chueca

(Lima, 1965)

Ha publicado Rincones (1991), Animales de la casa (1996) y Ritos Funerarios (1998).

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