5 poemas de ‘El fin de todas las cosas’ de José Miguel Herbozo

Aquí les compartimos 5 poemas de ‘El fin de todas las cosas‘, tercer poemario de José Miguel Herbozo publicado con el sello Celacanto en el 2014.

 

NO SÉ QUÉ VOY a decir para empezar con esto,
ahora sé que hablo menos y que empiezo
a presentir un poco sobre lo que no me corta.
Pensaba existir un tiempo allende los papeles,
volver al mundo el miedo, no temer en la mañana
el ansia de entenderlo todo y de perderlo,
pero no sabes en qué consiste esto de arriesgarse,
de tramar una intuición mientras los mares
agitan la calma impropia que estremece
bajo el viento de setiembre entre los chopos.
No sé qué voy a decir después del vuelo
del mirlo que descansa bajo la pasionaria del sueño
y espera entre las líneas el retorno
del fuego de la mañana sobre la ciudad
para imitar un silencio que no domino,
este ruido en el hilo del teléfono, estas inclinaciones
apoyando sobre los abismos la irisada niebla
que rodea los puertos. No sé qué voy a decir
salvo que intento siempre aproximarme al norte
y cuando eso sucede ya no entiendo
por qué nunca apareces en la ciudad silente,
lejana más que el sueño; una estación donde el norte
es todo eso que cambia: el sol cubre los muros,
una repetición que consuela y lo que une
esta persecución de líneas y silencio.

❉❉❉

EL SONIDO DEL TELÉFONO me devuelve al mundo
a perseguir las líneas ya trazadas. No es muy tarde
aunque en mis días los relojes han cruzado
la línea temeraria de los desaciertos,
y en la repetición del error he trazado una suma,
una cadencia distinta en este vuelo
del cansancio a la calma.

Esta mañana tu voz gira hacia un lugar distinto:
un lenguaje intangible cruza el aire, me despierta,
y quedo desasido a la mitad de otro sueño.
Nunca he visto los límites que dices,
debe ser como enmarcarse bajo mucha luz
oculta en la extensión del horizonte. Todo canto
es insuficiente para lo que no conocemos:
emerge una textura lejana para una escena
que escribe en lo visible los signos de un secreto.

Nada que puedas repetir te servirá de respuesta:
quedarse o salir no está en los planes
sino en un gesto que el tiempo ha desatado.
Las estaciones llevan la secuencia del cambio
y la claridad del verano me engaña en casi todo
menos en la certeza del error.
Hay que sumergirse en las costas más extrañas
para contar los giros y volver a la calma.

No esperes nada ahora. Es demasiado temprano
para mí, que duermo atrapado en la música
de una ciudad que no deja de moverse.
Es demasiado temprano para la claridad
que me exiges. Entonces dejo el teléfono.
Sé que harás lo correcto cuando haga falta.

❉❉❉

MIS AMIGOS DICEN que no tengo nada para decir,
que casi nunca tengo una palabra sobre lo que tarda
en aparecer, aunque nunca se aclaran,
salvo en giros de separación y silencio.
En la cúspide están todos, tan lejos
que el teléfono no suena, y cuando llaman
estoy tan hecho polvo que no contesto
para poder hablarte sobre lo que me espera.

Mis amigos dicen que debería salir un poco menos,
que debería cambiar los hábitos porque practico
una rara fortuna que no me asienta
ahora que veintiséis años salen de las páginas
como explosiones en desiertos que destruyen todo
lo que repele el habla. Nadie se entiende,
pero madre dice que estoy susceptible
aunque sabe poco de mí, y mi padre asiente
mientras mis hermanos giran en sus propios desiertos.
Un dolor punzante que crecía hasta el rojo y el fuego
me cortaba todo el tiempo, aunque nadie pregunta
mientras imagino un sol perfecto para la mañana,

solo tú sabes que esto es para ti,
no sé cómo seguir o perseguir
en las acumulaciones de la mirada
sobrevivo solo el tiempo
no sé si conseguir lo que el sol me señala

todo lo que digo es lo que oigo
para decir algo digo nada.

❉❉❉

el-fin-libro
Portada del libro (Celacanto, 2014)

 

ÍBAMOS A REPETIR una escena conocida:
seis horas de imágenes frente a la pantalla,
tus ojos cerrándose mientras las luces se encendían
imitando el sentido que anima estas palabras.

En una época yo suponía que la felicidad era
emprender viajes de una hora
dos o tres veces por semana, llegar a tu puerta,
y pasar horas de horas con imágenes
en una pantalla que era otra después de unos meses,
o hacer de cuenta que importaba la pantalla
y pasarla bien; yo buscaba acción por entonces,
pero de una manera poco peligrosa.
Que no te sorprenda esta cordura
de volver sobre los mismos temas:
no nos conocimos cruzando el camino,
sino en laboratorios de los que solo quedan
los primeros pisos, los jardines y un asistente
que presumía de escritor y desde entonces
buscaba un mejor puesto de cualquier manera;
nosotros intentamos todo lo que podíamos,
apenas nos habíamos visto, pero no hablábamos
y éramos nadie con nadie, pero felices; nadie con nadie,
pero dispuestos a todo. Entonces, como decía,
tenía una manía lenta de probar las variaciones,
y me encontré contigo, que eras de todo distinta.

Así fue como empezó nuestro viaje,
donde la sombra crece sobre lo que no se sabe
mientras los muros se cierran. No ha pasado mucho
desde que cambiaron las cosas: no más laboratorios,
la facultad con el doble de pisos, el asistente
ahora es profesor y molesta a sus amigos
por el teléfono;
nosotros llevamos veinte meses juntos,
y deudas que se multiplican
y dinero que escasea.

Ahora que estás tan callada no sé qué debo decir,
voy tanto tiempo esperando en este sitio
que ha dado la mañana,
y pese a que en la semana peleamos
por unas monedas, tu pantalla que es nueva,
despide una luz distinta, una luz que no me alcanza
para entender lo que se acerca mientras la sala
se llena de sol y tus amigos han acabado
por aceptar que el sueño tiene más poder
que una película bien hecha y han dormido
como tú. Ahora que estás dormida he descubierto
que nada de lo que está afuera te interesa. La escena final
de la película es conmovedora, pero la pantalla habla
para nadie —como yo—. No tengo sueño. Cerraré la puerta.
Nos veremos en unas semanas —meses, años, nunca—.

❉❉❉

QUISIERA HABLAR tan claro como para hacer que vuelvas
pero es tan inexacto eso de la claridad que me recorto
y me escondo en pedacitos entre las palabras
de un nuevo intento por cruzar el tiempo,
en este viaje hacia el final de todo. Busco que cambie
algo en mí, pero entiendo también que no te corto
si estoy lejos y lo que digo no se entiende. Es,
no sabes, demasiado difícil que quieras decir algo
que no puedes porque estás atrapado, pero es mejor
decirlo así, cuando estás lejos y bien, cuando estás claro
para que la luz sea algo más en el día y no señales de culpa
en un gesto que se vuelve sonoro para que no duela tanto
cada vez que lo digo diferente: lo he intentado antes
y no sirvió demasiado. Ahora estoy más tranquilo
pero no estoy sino esperando, y esa espera es mi calma.
Quisiera hablar tan claro como para hacer que entiendas
estas señales que he escrito tratando de encontrarme.
Me has hablado poco desde entonces
y ahora que quiero escucharte no te encuentro
salvo en los giros internos. Un invierno es suficiente
para pensar el norte y en la mente establecerse,
y aunque todo es lo mismo y han pasado los años,
ya no puedo cruzar los instantes como antes.
Ha sido así sin vernos, y te entiendo cuando dices
no te entiendo, porque nada es tan difícil como resumir,
las páginas acaban por acumularse y nada vuelve
y es más seguro que esto llegue a manos inexactas
y no me asusta. Un invierno para decirlo todo y esperar
que en los últimos años estuvieras, como en las promesas,
sobre un escenario que no ha cambiado. Quisiera claridad
para unas palabras que atraviesen el aire y nada más,
aunque después lo imposible y las eternas resurrecciones,
los eternos giros del comienzo hacia el final, y nuevamente
esa inflexión del tiempo que devuelve todo adonde estaba.

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JMH

José Miguel Herbozo Duarte

(Lima, 1984)
Poeta peruano. Ha publicado la Plaqueta Acto de rito (2003), Catedral (2005) y Los ríos en invierno (2007) con el cual ganó el Premio Nacional PUCP de Poesía el mismo año.

*Más información sobre el sello Celacanto:
http://www.leeporgusto.com/celacanto-cuando-los-libros-van-en-busca-de-lectores/

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